viernes, 30 de marzo de 2007

El gen egoista

Extraido de Ebolutionibus, la evolución biológica.
En 1976, el etólogo Richard Dawkins publicó un revolucionario libro, "El gen egoísta", en el que se divulgaban las tesis de la sociobiología sentadas anteriormente por E. O. Wilson en su "Sociobiología" de 1975.
En 1989, Dawkins sacó de nuevo su libro, con dos nuevos capítulos y notas finales a los capítulos originales, en las que se hace pequeñas autocorrecciones y se defiende de los ataques sufridos tras la primera edición. Vamos a pasar a ver, agrandes rasgos, qué supone esta nueva aportación a la teoría moderna de la evolución.
El propósito de Dawkins es examinar la biología del altruismo y del egoísmo. Demuestra que el factor importante en la evolución no es el bien de la especie o grupo, como tradicionalmente se entiende, sino el bien del individuo o gen. Para él y sus seguidores, los individuos no son más que máquinas creadas por los genes para su supervivencia. En palabras del biólogo americano Butler , la gallina no es más que un invento del huevo para poder producir más huevos".
Existe, siempre según Dawkins, una interpretación errónea del altruismo: este se da, según las ideas tradicionales, por el bien de la especie, lo que se conoce como teoría de selección de grupos, que viene a decir que la selección natural actúa sobre la especie. Un individuo no sería más que un "peón" que se sacrificaría por el bien de la especie.
La alternativa es la selección de genes (o selección de individuo): los individuos altruistas llegan a extinguirse en beneficio de los egoístas, que predominarán en el grupo. Los genes han construido una gran variedad de "máquinas" para prosperar explotándolas, de modo que un gen puede ser considerado como una unidad que sobrevive a través de un gran número de cuerpos sucesivos e individuales. Así, un gen es definido como una porción de material cromosómico que, potencialmente, permanece durante suficientes generaciones como para servir como una unidad de selección natural. El individuo es demasiado grande y efímero como para ser considerado unidad de selección. Un gen es considerado bueno, es decir, que permanece muchas generaciones, si vela por sí mismo, si es egoísta. La evolución será el proceso por el que algunos genes se hacen más numerosos y otros disminuyen en el acervo genético.
Todos los genes controlan el comportamiento de su máquina de supervivencia, no de manera directa, sino indirectamente. Los genes preparan la máquina con antelación, y luego esta se haya bajo su propia responsabilidad. Los genes obran a largo plazo mediante la síntesis proteica, pero se trata de un proceso lento. Por tanto, los genes construyen su máquina por anticipado, de la mejor forma posible y programándola con antelación.
Por tanto, el comportamiento está regido por el egoísmo de los genes de cada organismo, y no por el altruismo de cada individuo con respecto a los demás miembros de su especie. Dawkins se encarga de demostrar esto a lo largo de todo el libro con numerosos comportamientos particulares.
En cuanto al hombre, para él es el único organismo capaz de hacer frente y llevar la contraria a los dictados de los genes egoístas, gracias a nuestra consciencia: "sólo el hombre puede revelarse contra la tiranía de los replicadores egoístas". La mayoría de las características que resultan inusitadas en el hombre se deben a la cultura, que Dawkins también pretende tratar como una unidad de transmisión, aunque con unos mecanismos particulares.
En sus propias palabras, para una comprensión del hombre moderno se debe descartar al gen como única base de nuestras ideas sobre la evolución, también estaría la cultura; el darwinismo es una teoría demasiado amplia como para ser confinada en el estrecho contexto del gen. La cultura actúa como un replicador que se instaura en el cerebro y persiste generación tras generación parasitándolo.
En uno de los nuevos capítulos de su libro, resume su posterior obra, "The Extended Phenotype". Desde su punto de vista, la selección darwiniana no actúa directamente sobre los genes. Aquí es donde entra el concepto de fenotipo ampliado: los efectos fenotípicos de un gen deben considerarse como todos los efectos que tiene sobre el mundo, efectos sobre sí mismo, sobre otros genes, sobre la maquinaria que los porta, sobre otros organismos e, incluso, sobre el mundo inerte, como Dawkins se encarga de ilustrar en múltiples casos reales. El efecto de un gen depende de una cascada determinada de síntesis de proteínas que, al final, desemboca en el fenotipo deseado.

lunes, 26 de marzo de 2007

ANTIQUITERA: EL PRIMER RELOJ ASTRONÓMICO.

ANTIQUITERA: EL PRIMER RELOJ ASTRONÓMICO.


Corría el año 1902 cuando, entre los restos de un barco romano naufragado frente a la isla griega de Antiquitera, se encontró este aparato de la antigüedad entre los objetos sacados a la superficie.
Sería el director del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, Valerios Stais el descubridor del artefacto tras analizar los restos del naufragio.

En total, 82 fragmentos de bronce correspondían a un sistema de engranajes similar al de un reloj, y que debía de estar ubicado en una caja de 31,5 centímetros de longitud, 19 centímetros de anchura y 10 centímetros de grosor, cubierta por un texto a modo de instrucciones de uso. Se presupone que el mecanismo de Antiquitera procedería de la isla de Rodas.
La datación reveló que la antigüedad de este extraño objeto se remontaba al 87 a.J.C., anticipándose un más de un milenio al Renacimiento donde encontramos los que hasta entonces eran los primeros artilugios mecánicos. Su descubrimiento causó conmoción y lanzó todo un desafía para los estudiosos del mundo antiguo.

Se sabía de la existencia de máquinas parecidas a la Antiquitera por los comentarios que nos llegan de Cicerón, donde menciona dos de estas máquinas fabricadas por Arquímedes y su amigo Posidonio, aunque es el único en haber llegado hasta nosotros.
Se tiende a creer que el constructor de la Antiquitera pudo ser Hiparlo de Nicea (190-120 aC). Matemático y geógrafo, además de astrónomo, vivió en la época en la que fue construido el mecanismo y en Rodas Hiparco fue uno de los grandes genios de la Antigüedad. Sucedió a Eratóstenes en la dirección de la Biblioteca de Alejandría y sus hallazgos revolucionaron la astronomía. Elaboró un catálogo de 850 estrellas, clasificadas según su brillo aparente, tal como se hace en la actualidad; midió el año con un error de 6,5 minutos; descubrió la precisión de los equinoccios; calculó la distancia de la Tierra a la Luna con mucha precisión; y, lo más importante en el caso de la máquina de Antiquitera, desarrolló una teoría que explicaba las irregularidades del movimiento de la Luna por el cielo debidas a su órbita elíptica.
Recientemente, un equipo internacional (AMRP) “Proyecto de Investigación del Mecanismo de Antiquitera” y formado por la Universidad de Cardiff, Universidad de Atenas y Aristóteles de Tesalónica, el Museo Arqueológico Nacional de Atenas (donde se guarda el artefacto) y el apoyo de Hewlett-Packard junto con la Compañía británica X-Tek Systems, retomó el reto de volver a estudiar la pieza y descubrir sus secretos. El resultado ha sido sorprendente y nos ha permitido desvelar el mecanismo de un sofisticado mecanismo de fabricación griega.
Para su análisis se han empleado las más avanzadas técnicas informáticas, presentándose los resultados en la revista “Nature”.
A partir de los fragmentos conservados y analizados mediante tomografía de rayos X en tres dimensiones, los especialistas están en disposición de indicar que el mecanismo estaba formado por 37 engranajes, accionados mediante una manivela, y que movían varias agujas dispuestas sobre tres esferas, dos por delante y una por detrás.
Con las nuevas técnicas empleadas sobre los fragmentos se ha conseguido duplicar el texto legible que tenía la coja donde se guardaba el aparato. Aparecen los términos “Venus” y “estacionario”, sugiriendo que el aparato podía calcular los movimientos planetarios. Su precisión podía llegar a permitir indicar los ciclos astronómicos y poder así prever eclipses.

PRIMEROS ESTUDIOS
Los primeros estudios llevados a cabo por Derek J. de Solla Price, historiador de la Universidad de Yale, el dispositivo era una computadora astronómica capaz de predecir las posiciones del Sol y de la Luna en el zodíaco, aunque estudios posteriores sugieren que el dispositivo era bastante más "inteligente". Según el primer estudio del prestigioso físico e historiador de la ciencia británico Derek: “No hay otro instrumento como éste. Nada comparable aparece en los textos científicos y literarios antiguos. Por el contrario, de lo que sabemos de la ciencia y la tecnología de la época helenística, habría que deducir que un dispositivo así no pudo existir”. Estas palabras del científico británico a la revista científica Scientific America en 1959 alimentó la imaginación de muchos ufólogos.
Empleando técnicas de tomografía lineal, Michael Wright, especialista en ingeniería mecánica del Museo de Ciencia de Londres, realizó el nuevo estudio del artefacto. Wright ha encontrado evidencias de que el mecanismo de Antiquitera era capaz de reproducir los movimientos del Sol y la Luna exactamente, empleando un modelo epicíclico ideado por Hiparco, y de planetas como Mercurio y Venus, empleando un modelo elíptico derivado de Apolunio de Perga.
No obstante, se sospecha que parte del mecanismo podría haberse perdido, y que estos engranajes extras podrían haber modelado los movimientos de los otros tres planetas conocidos en la época: Marte, Júpiter y Saturno. Es decir, el dispositivo podía haber sido capaz de predecir, con un grado más que respetable de certeza, las posiciones de todos los cuerpos celestes conocidos en la época.

Autor: Jose Mª Maestre Domínguez